Me duele mi ciudad, me duele hasta el alma ver como Cali fue objeto de saqueos y desmanes por grupos de delincuentes que desdibujaron la marcha del 21 de noviembre.
Me entristece ver desde lejos cómo la angustia se apoderó de los caleños de bien cuando los vándalos destrozaron la ciudad, ingresando inclusive, a las viviendas y conjuntos residenciales para apoderarse de los bienes de los residentes.
Me entristece saber que las autoridades, ya advertidas reaccionaron a destiempo y dejaron crecer las fechorías de los desaptados sociales que pululan en Cali.
Me dolió la angustia de mis amigos en Cali narrandome paso a paso el vertiginoso avance de los desmanes en toda la ciudad.
Me duele todo eso y la intolerancia afianzada producto de la polarización política en Colombia.
Sin embargo, a título de consolación, el país marchó en paz, a excepcion de Cali y Bogotá.