Dolor por Cali
Me duele mi ciudad, me duele hasta el alma ver como Cali fue objeto de saqueos y desmanes por grupos de delincuentes que desdibujaron la marcha del 21 de noviembre.
Me entristece ver desde lejos cómo la angustia se apoderó de los caleños de bien cuando los vándalos destrozaron la ciudad, ingresando inclusive, a las viviendas y conjuntos residenciales para apoderarse de los bienes de los residentes.
Me entristece saber que las autoridades, ya advertidas reaccionaron a destiempo y dejaron crecer las fechorías de los desaptados sociales que pululan en Cali.
Me dolió la angustia de mis amigos en Cali narrandome paso a paso el vertiginoso avance de los desmanes en toda la ciudad.
Me duele todo eso y la intolerancia afianzada producto de la polarización política en Colombia.
Sin embargo, a título de consolación, el país marchó en paz, a excepcion de Cali y Bogotá.
La paz un espejismo en Colombia

Miles de Colombianos saieron ayer en defensa de un proyecto de paz posible, si juntos le apostamos a la unión y la solidaridad.
Los colombianos hemos pasado por la violencia absoluta de varios actores armados a lo largo de 50 o mas años, esto incluye el narcotrafico, los paramilitares, la delicuencia organizada y el mismo gobierno.
¿Que dejaremos a nuestros nietos? una violencia aumentada por la discordia y la polarización, referida en un mayor número de muertos, desplazados e indigentes.
Ese es el pais que se visualiza a futuro, un pais en GUERRA, mientras unos pocos se alimentan de esta violencia que agota a Colombia, la asfixia, la tormenta y la destruye.
Quienes hablamos de paz para el pais de nuestros ancestros, acostumbrados a una guerra inacabable, queremos construir una cultura de paz, tal como académicos, estudiantes, campesinos, trabajadores e inclusive militares lo han expresado.
Los opositores han manifestado que nosotros, quienes queremos la paz, a toda costa, en Colombia, sin rencores y con perdones, somo socialistas, comunistas y demas epítetos despectivos, sin olvidar que también, como colombianos nacimos en guerra y queremos morir en paz.
Hispanos unidos: una utopia

No me sorprende la mas reciente encuesta de CNN en español donde se sostiene que un 34 por ciento de los hispanos en este pais defienden la construccion del manido muro en la frontera sur, ofrecido por el presidente Trump desde su campaña electoral.
El ultimo censo de población apunta que mas de 50 millones de hispanos hacen parte de los Estados Unidos, una porción de inmigrantes que llegaron muchos años atrás-los de la primera generacion- quienes echaron raices y tuvieron sus hijos aqui; otros emigraron con sus hijos pequeños-los beneficiarios de DACA, inmigrantes que vinieron de la mano de sus padres y por otra parte, otros llegados de sus paises de origen, algunos residen bajo el orden legal y los mal llamados ilegales o conocidos como indocumentados.
Siempre he sido defensor de la vida de los hispanos en los Estados Unidos, de su quehacer diario en la lucha por sus derechos de minoria amplia. Sin embargo, no es extraño ver a millones de hispanos apoyando el actual gobierno, el cual ha demostrado ser racista.Puede sonar contradictorio, pero no, la verdad es que son millones los hispanos que apoyan las politicas actuales de segregación racial, impulsadas desde la Casa Blanca, entre ellas la construccion del muro en la frontera sur.
Entonces, ¿donde queda la denominada unión hispana en los Estados Unidos?
La respuesta es mas politica que social o de sentido de solidaridad de raza. Si, politica, al igual que la religión, que divide y sepàra, al igual que en todas las actividades de la vida.
Pero siendo mas profundo en el análisis, la politica no es humana, no es solidaria, es mas, en el núcleo familiar existen diversidad de opiniones politicas que la desunen, claro con el respeto debido por los conceptos ajenos.
Termino diciendo que la mencionada y manida concordia de conceptos en una sola lucha: la defensa por los derechos de los hispanos, es solo una ilusión.
La pregunta sera
La Venezuela Secuestrada por Maduro

Luego de darse a conocer los resultados de las elecciones en Venezuela el oficialismo de Maduro y su sequito consiguieron reafirmarse en el poder a través de las urnas, algo ya previsto en el ámbito político latinoamericano y local venezolano.
Maduro cuenta con el dominio absoluto en el manejo de todas las ramas del poder público, incluyendo por supuesto el aparato electoral. Y eso fue lo que se vio el domingo de elecciones, cuando el oficialismo se apodero de 17 de las 23 gobernaciones del país suramericano.
Sin embargo, las dudas florecen acerca de este resultado “amañado” en las instituciones internacionales como la OEA, encabezada por un acérrimo opositor a Maduro, el argentino Almagro.
Pero, al margen de este resultado ya pronosticado, debido a la manipulación evidente de los instrumentos electorales manejados desde el palacio presidencial, previamente se notaron facturas y posiciones diferentes entre algunos miembros opositores al gobierno de Maduro.
Antes de estos comicios, y con la antesala de unos meses copiosos de protestas en las calles con numerosos muertos debido a estas manifestaciones en toda Venezuela, las encuestadoras y analistas políticos daban por seguro una victoria de la oposición en 18 o 20 gobernaciones. De acuerdo a la firma Datanalisis en la voz de su presidente Luis León la oposición barrería en los comicios. Al final de la tarde del día de elecciones y ya con los resultados anunciados estos vaticinios fueron pulverizados, la oposición había sido derrotada.
Si, derrotada por la desunión de sus cabezas visibles en afirmaciones contradictorias. Un ejemplo: María Corina Machado criticó en declaraciones a los medios de comunicación la decisión de la MUD de participar. Según ella, estas elecciones ordenadas por el gobierno tenían como objetivo cesar las manifestaciones, descuadernar la presión internacional y continuar con la dictadura.
Por otro lado, de acuerdo al dirigente de Causa Radical Andrés Velásquez el MUD en un proceso de consulta previo inscribiría candidatos para las elecciones regionales. Señaló este dirigente que no participar en las elecciones sería una forma de «convalidar y fortalecer la dictadura».
En ese sentido, de acuerdo a declaraciones de Luis León «La oposición se fracturó entre moderados y radicales y eso explica en parte la pérdida de potencia en algunos estados, que a pesar de tener un perfil opositor, terminaron en manos del oficialismo».
No se explica porque en el estado de Miranda, un territorio dominado por el opositor Henrique Capriles, el oficialismo haya ganado rotundamente.
Gano Maduro y su sequito de tramposos acomodados en un poder que no les pertenece, pero ojo oposición que la unidad en ejercer el derecho al voto es tan importante como las marchas, como las protestas en las calles. El índice de participación y abstención fue notorio y si eso lo aplicamos a las hordas opositoras pudieron contribuir a la debacle electoral de las fuerzas opositoras.
Finalmente, la sensación en general es que las irregularidades en estos comicios fueron numerosas como el traslado de centros de votación a última hora que habrían impedido el voto de ciudadanos oportunamente.
El poder político y económico de Maduro y sus secuaces facilitaron su victoria, frente a los pocos recursos de las fuerzas antagónicas a ese gobierno dictador que maneja a Venezuela como si fuera una propiedad privada de unos pocos y no de todos los venezolanos sumidos hoy, en su gran mayoría, en la pobreza y desesperanza.
El dulce sabor de volver a Cali
El olor dulce de la caña que percibí al bajarme del avión presagió que mis próximos días en mi tierra natal serian solo advertencias de una vida pasada que siempre permaneció en mis recuerdos. No me equivoqué, luego de arribar a mi ciudad de infancia volví a saborear y devorar pandebonos, marranitas y empanadas con avena helada, ahí supe plenamente que estaba en Cali, después de cuarenta años acudí el reencuentro con la ciudad que me vio nacer y crecer.
Estuve alli asistiendo a otro reencuentro: la celebración de los cuarenta años del curso con mis compañeros de Colegio Los Cedros del Líbano en un evento inolvidable para mí.
Con el paladar y el estómago complacido, me introdujeron en una ciudad desconocida para mí. Nuevas edificaciones, megacentros comerciales, y barrios totalmente transformados por la aparición de restaurantes y almacenes en reemplazo de las antiguas casas, me hicieron ver que tenía ante mis ojos otra ciudad convertida en una metrópoli, que quizás, al descubrirla, vería una urbe más deshumanizada y desorientada.
No tardé mucho en darme cuenta cuando recorrí las calles y observé como el tráfico vehicular es absolutamente caótico. Buses, taxis y autos particulares compiten por un pedazo de asfalto con las innumerables motos en una carrera sin fin.
-No me atrevería a manejar en esta ciudad-, le expresé a mi compañera y amable contertulia cuando me traslado al hotel donde me alojé.
Es un hotel muy cómodo en el tradicional barrio Granada, cerca de la tradicional avenida sexta.
Luego de un merecido descanso y un buen baño, nos dijimos al barrio alameda donde un barullo de jóvenes inunda las calles de este antiguo barrio, para ofrecer las comidas del pacifico en unos restaurantes con un menú exquisito y por nada costoso. Pero lo que más me atrajo a mi memoria comiendo un pescado delicioso, fue saber que no se ha perdido la alegría del caleño típico, su amabilidad y su sonrisa plena.
Al otro día de mi llegada y contrariando las alertas de advertencia de otros colombianos en el exterior, sin temor salí a recorrer el barrio granada y la avenida sexta. Más que la inseguridad anunciada en los medios locales, me dio mucha nostalgia como las casas del barrio Granada, uno de los más tradicionales las habían reemplazado por edificios y lugares de comida, restaurantes, esparcidos por esa área convertida en zona comercial, “insegura por las noches”, según me contaron algunos transeúntes del lugar.
Sin lugar a duda la gastronomía caleña fue mi gran deleite. Empanaditas en el Obelisco, el ponche con pandebonos en la pastelería La Fina de la sexta y la chuleta de cerdo en el bochinche se ocuparon de saciar los antojos reprimidos.
Pero lo que más me impacto fue el acelerado progreso de una ciudad que no puede parar en su expansión. Lugares como Ciudad Jardín, Calima, Meléndez, entre otros, han crecido vertiginosamente. Miles y miles de edificios ocupan ahora esos terrenos que en mi época eran zonas campestres.
Ni que decir de los modernos centros comerciales. Unicentro, Chipichape, Centenario, La Estación y otros, han respondido al enorme potencial económico de la región. No tienen que envidiarle, aunque esta parezca frase de cajón, a los mejores centros comerciales en otros países.
Como un “extranjero” salí a preguntar desprevenidamente el porqué de tanto desorden y caos en las vías de la ciudad, tanta inseguridad en las calles. La respuesta fue tajante y clara: la migración ha sido constante durante varios años, ello ha contribuido a que habitantes de otras regiones se asienten en Cali y aumenten las necesidades urgentes en salubridad, empleo, vivienda y educación que Cali no se las puede brindar.
Mis entrevistados coincidieron que las difíciles condiciones de vida en sus tierras de origen y violencia generada en los campos han aumentado los desplazamientos hacia esta capital; por lo tanto Cali ahora está rodeada de cordones de miseria que rodean la ciudad.
Pero con ese sombrío panorama expuesto me gocé Cali y sus alrededores. Por la celebración con mis compañeros transité por algunos pueblos del Valle. Candelaria y su cotidiano olor a caña por sus haciendas e ingenios; Ginebra y su famoso y bien acreditado Sancocho de Gallina cocinado en leña y Buga, la fantástica ciudad del Señor de los Milagros, me hicieron olvidar los pesimistas y negativos diagnósticos de mis improvisados entrevistados, que aquí entre nos, no eran raizales caleños.
Es paradójico contar que les hice las mismas preguntas a mis compañeros, caleños de pura cepa, ellos con ese dolor de patria chica solo atinaron a decir: Cali es la mejor ciudad del mundo, que a pesar de sus problemas de tráfico, poco empleo y alguna inseguridad, es como la esposa para toda la vida, el amor que nunca se termina, la tierra que en nada se olvida.
Luego de cinco días de gran ajetreo turístico me devolví a los Estados Unidos con ese sabor de caña y salsa que me quedaron impregnados y que me recuerdan todos los días que debo volver. Me faltaron muchos sitios a donde ir, asi que, Viejotecas, Lago Calima, Jamundí con sus panderitos, espérenme que allá estaré la próxima vez.
El olor dulce de la caña que percibí al bajarme del avión presagió que mis próximos días en mi tierra natal serian solo advertencias de una vida pasada que siempre permaneció en mis recuerdos. No me equivoqué, luego de arribar a mi ciudad de infancia volví a saborear y devorar pandebonos, marranitas y empanadas con avena helada, ahí supe plenamente que estaba en Cali, después de cuarenta años acudí el reencuentro con la ciudad que me vio nacer y crecer.
Estuve alli asistiendo a otro reencuentro: la celebración de los cuarenta años del curso con mis compañeros de Colegio Los Cedros del Líbano en un evento inolvidable para mí.
Con el paladar y el estómago complacido, me introdujeron en una ciudad desconocida para mí. Nuevas edificaciones, megacentros comerciales, y barrios totalmente transformados por la aparición de restaurantes y almacenes en reemplazo de las antiguas casas, me hicieron ver que tenía ante mis ojos otra ciudad convertida en una metrópoli, que quizás, al descubrirla, vería una urbe más deshumanizada y desorientada.
No tardé mucho en darme cuenta cuando recorrí las calles y observé como el tráfico vehicular es absolutamente caótico. Buses, taxis y autos particulares compiten por un pedazo de asfalto con las innumerables motos en una carrera sin fin.
-No me atrevería a manejar en esta ciudad-, le expresé a mi compañera y amable contertulia cuando me traslado al hotel donde me alojé.
Es un hotel muy cómodo en el tradicional barrio Granada, cerca de la tradicional avenida sexta.
Luego de un merecido descanso y un buen baño, nos dijimos al barrio alameda donde un barullo de jóvenes inunda las calles de este antiguo barrio, para ofrecer las comidas del pacifico en unos restaurantes con un menú exquisito y por nada costoso. Pero lo que más me atrajo a mi memoria comiendo un pescado delicioso, fue saber que no se ha perdido la alegría del caleño típico, su amabilidad y su sonrisa plena.
Al otro día de mi llegada y contrariando las alertas de advertencia de otros colombianos en el exterior, sin temor salí a recorrer el barrio granada y la avenida sexta. Más que la inseguridad anunciada en los medios locales, me dio mucha nostalgia como las casas del barrio Granada, uno de los más tradicionales las habían reemplazado por edificios y lugares de comida, restaurantes, esparcidos por esa área convertida en zona comercial, “insegura por las noches”, según me contaron algunos transeúntes del lugar.
Sin lugar a duda la gastronomía caleña fue mi gran deleite. Empanaditas en el Obelisco, el ponche con pandebonos en la pastelería La Fina de la sexta y la chuleta de cerdo en el bochinche se ocuparon de saciar los antojos reprimidos.
Pero lo que más me impacto fue el acelerado progreso de una ciudad que no puede parar en su expansión. Lugares como Ciudad Jardín, Calima, Meléndez, entre otros, han crecido vertiginosamente. Miles y miles de edificios ocupan ahora esos terrenos que en mi época eran zonas campestres.
Ni que decir de los modernos centros comerciales. Unicentro, Chipichape, Centenario, La Estación y otros, han respondido al enorme potencial económico de la región. No tienen que envidiarle, aunque esta parezca frase de cajón, a los mejores centros comerciales en otros países.
Como un “extranjero” salí a preguntar desprevenidamente el porqué de tanto desorden y caos en las vías de la ciudad, tanta inseguridad en las calles. La respuesta fue tajante y clara: la migración ha sido constante durante varios años, ello ha contribuido a que habitantes de otras regiones se asienten en Cali y aumenten las necesidades urgentes en salubridad, empleo, vivienda y educación que Cali no se las puede brindar.
Mis entrevistados coincidieron que las difíciles condiciones de vida en sus tierras de origen y violencia generada en los campos han aumentado los desplazamientos hacia esta capital; por lo tanto Cali ahora está rodeada de cordones de miseria que rodean la ciudad.
Pero con ese sombrío panorama expuesto me gocé Cali y sus alrededores. Por la celebración con mis compañeros transité por algunos pueblos del Valle. Candelaria y su cotidiano olor a caña por sus haciendas e ingenios; Ginebra y su famoso y bien acreditado Sancocho de Gallina cocinado en leña y Buga, la fantástica ciudad del Señor de los Milagros, me hicieron olvidar los pesimistas y negativos diagnósticos de mis improvisados entrevistados, que aquí entre nos, no eran raizales caleños.
Es paradójico contar que les hice las mismas preguntas a mis compañeros, caleños de pura cepa, ellos con ese dolor de patria chica solo atinaron a decir: Cali es la mejor ciudad del mundo, que a pesar de sus problemas de tráfico, poco empleo y alguna inseguridad, es como la esposa para toda la vida, el amor que nunca se termina, la tierra que en nada se olvida.
Luego de cinco días de gran ajetreo turístico me devolví a los Estados Unidos con ese sabor de caña y salsa que me quedaron impregnados y que me recuerdan todos los días que debo volver. Me faltaron muchos sitios a donde ir, asi que, Viejotecas, Lago Calima, Jamundí con sus panderitos, espérenme que allá estaré la próxima vez.
El boxeo en la familia.
Hacia donde va el periodismo cuando algunos medios de comunicación publicaron el bochornoso espectáculo, de un hecho familiar protagonizado por el director técnico de fútbol Jorge Luis Pinto, su hija y su ex esposo
Es el periodismo convertido en mercancia, en un espectáculo que vende, pero sin ningún tipo de investigación seria y rigurosa de la noticia.
Es lamentable que un suceso familiar haya sido mostrado de tal manera que el público, incluyendo el infantil, mire esa noticia como apología a la violencia familiar, que se repite día a día y generación gracias, en parte, a la exposición mediática de estas noticias que más bien deberan quedarse en más íntimo círculo familiar.
El periodista equivocado
Acaba de ser elegido Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, en una campaña plagada de desinformación y ataques permanentes entre los candidatos y por supuesto, entre los simpatizantes de cada uno de los aspirantes.
En esta coyuntura político apreciamos como uno de los periodistas más reconocidos de habla hispana, Jorge Ramos ha sido calificado, entre otros epítetos, como “vendido” y “manipulador de la información”.
Esa es una interpretación del periodismo,que para quienes ejercemos el periodismo es inaceptable. Sin embargo, en el caso puntual de Jorge Ramos al parecer se dio toda una errónea práctica de lo que es el periodismo como oficio.
Se ha perdido la ética, la equidad en la información y el respeto hacia la opinión pública. El equilibrio periodístico se perdió en el caso citado de Jorge Ramos.
Vimos como este periodista, en su afán por defender la causa hispana, se le olvido a este afamado comunicador que antes de ser simpatizante por una causa política, es periodista.
No recordó Jorge Ramos que la primera obligación del periodista es mantener distancia con los partidos políticos en disputa. El oficio de un periodista en una campaña política es desconfiar de los políticos.
El periodista esta para sacar a la luz lo que otros quieren ocultar. No para manipular con su micrófono o su pluma a sus oyentes o lectores.
He visto en esta disputa electoral como el medio de comunicación se convierte en juez e inquisidor del político opositor. Me aterro ver como el periodismo y la política partidista eran la misma cosa.
No me importan los políticos, yo no soy político, ni nunca quise serlo, pero me inquieta como por una causa personal, el periodista haya convertido el medio de comunicación donde trabaja, no se si con anuencia de los dueños del canal, en un juzgado de instrucción de cargos, en un difamador de ideas políticas sin ningún equilibrio informativo.
Y para rematar, este rosario de equivocaciones, la prensa difundiendo cada vez más noticias que más parecen comunicados de prensa del candidato de las simpatías.
Que paso con Jorge Ramos? Se equivocó, como el mismo lo ha reconocido. Jorge Ramos ahora es el periodista equivocado
Empeñados en seguir la guerra

Hace un tiempo miles de colombianos nos regocijamos con la muertes de cabecillas de las Farc . Casi que ese día se convertía en un día cívico donde nos vanagloriábamos de un gran ejercito y un presidente paz de acabar la guerra con ese grupo insurgente.
Eso era la costumbre colombiana de celebrar las muertes de la oposición armada. Sin embargo la escalada terrorista se incrementó y fuimos testigos de masacres, emboscadas y muertes de policías y civiles en todo el territorio colombiano.
Eso es lo que queremos en Colombia, ¿que la violencia armada se siga imponiendo en Colombia? No lo creo , ya ha llegado la hora que nuestros hijos tengan un país en paz.
Se que este acuerdo con las Farc no es completo , que se han dejado de lado temas muy importantes, pero es lo que este gobierno ha logrado obtener haciendo concesiones que pueden parecer entregar al país a estos colombianos que pronto dejaran de ser guerrilleros y pasaran a ser individuos participantes de la vida publica colombiana.
Por que no dejamos de estar empeñados en avivar una guerra eterna que no nos va a llevar a ninguna parte , solo a mas muertes injustas y a familias incompletas.
Sigamos el camino de la paz y dejemos de seguir la guerra.
La paz en medio de las balas

He de recordar las miles de familias que hoy sufren en Colombia por culpa de los muertos de esta guerra persistente y continua de más de 50 años que aún no termina.
Las masacres y asesinatos cometidos por los actores de este conflicto armado absurdo que ha enlutado a Colombia, me ha hecho reflexionar en un escenario de perdón y reconciliación entre todos los colombianos que hoy anhelamos la paz.
Es cierto que este acuerdo firmado por las mas antiguas guerrillas de América latina y el gobierno de Santos no es perfecto, ni mucho menos la panacea para lograr la paz en Colombia es una, pero es paso muy importante en ese objetivo trazado por otros expresidentes desde hace unas décadas, acordémonos de los procesos de paz con el M19 y el EPl, que fueron exitosos y redundaron en la participación política de antiguos subversivos en las esferas políticas , Congreso, asambleas y concejos y de elección popular, alcaldes y gobernadores, con algún éxito.
¿Por qué no podemos recoger esas banderas de perdón y reconciliación y avanzar en el camino de una paz duradera? Tantos familiares de las víctimas de la guerrilla de las FARC que hoy han recibido con beneplácito el perdón de esta guerrilla insensata, en su tiempo grupo insurgente y narcotraficante, cruel y desalmado, que hoy pide indulgencia por sus fechorías.
Después de 50 años de lucha estéril, en donde ni el gobierno ni la guerrilla han ganado esta guerra fratricida, con miles de muertos y millones de desplazados, ¿por qué no le damos una oportunidad a la paz?.
¿Por qué no dejamos de politizar este proceso de paz que solo ha traído más virulencia entre sus detractores y animadores, entre los del SI y los del NO?
Esta campaña del plebiscito ha enfurecido aún más al país y la violencia es el pan de cada día entre los colombianos, y así queremos lograr la paz entre todos. Que paradoja que algunos quieran vivir en paz en medio de las balas.